martes, 27 de enero de 2009

Impresión de "Océano Mar" de Baricco

Ni siquiera avanza a pasos de tortuga. Baricco se queda sin una historia que contar y diluye toda su poesía en las olas del océano. Precioso e insuficiente.

jueves, 22 de enero de 2009

Impresión de " Brooklyn Follies " de Paul Auster

Salió del caparazón de Calila este libro para empezar el 2009. Mmm, al fin algo se ha revuelto en las ganas de fantasear y de tirarse horas largas leyendo en un autobús.

Locuras en Brooklyn le ocurren a Nathan Glass, uno con cara de Jack Nicholson (así lo imaginé) que buscaba un sitio tranquilo para morir en la primera línea y que cerró las páginas flotando de felicidad un 11-S de 2001. También él (aunque no por un cumple de 20 años) debio de sentirse culpable esa tarde por una alegría tan a deshora.

Es como el cuento de mayores con moraleja y final feliz que trato de creerme. Nathan quería encerrarse en una habitación y quitarse la vida con calma, pero, poco a poco, todo se le va complicando y decide quedarse. De alguna manera, su indiferencia va a ser fundamental para salvar las miserias de su sobrino Tom (prometedor que se degrada con solo 30 años), la falsedad creativa de Harry y la contrariedad que rodea a todas esas mujeres a las que Auster trata con tanta delicadeza dándoles los atributos más grotescos.

Entre las miles de follies, la tortuga se queda con el proyecto de Nathan de escribir y publicar por encargo biografías de gente vulgar y desconocida y con los ganas de que estos Cuadernos se parezcan en algo a su "Libro del desvarío humano".




domingo, 4 de enero de 2009

Corazón de algas

Iba Calila por la calle esa mañana en la que al fin había salido el sol. Tenía que encontrar algo muy importante, algo como una verdad o una certeza que la llevaba dejando intranquila los últimos días.

Se sentía segura con el caparazón elegido, sin la molestia de hierro en los pulmones y con esa energía lumínica del día que la llenaba de vidita.

De pronto, en su paso ligero y muy tardo, se topó con un extraño bulto en la acera que no la dejaba pasar. Se acercó a tocarlo y le pareció un poquito inalcanzable. -Qué curioso.

Así que, más acontecida, con esa rareza que brotaba del suelo, se dispuso a desenterrarla. Sacó las patas de su concha y concentró sus fuerzas en capturar ese tesoro tan peculiar.

A medida que lo cercaba, iba sucendiendo algo muy extraordinario: parecía que la tierra bajo sus pies latía al ritmo de un desacompasado tic-tac. Además, notaba la tortuga que un olor rancio la emborrachaba y que cada vez sus pensamiento se hacían más difusos y tan solo le importaban ya las sensaciones.

Apenas podía mover sus extremidades, pero su empeño era tal que al fin logró extraer esa pieza del subsuelo. La agarró con la boca, así que la primera impresión fue la de un sabor extremadamente salado. Después la mantuvo en sus pezuñas un buen rato y disfrutó descubriendo lo que llevaba buscando la última época: un corazón de algas.

Se colgó la maravilla de liquen entre el pecho y el caparazón y siguió Calila por la calle esa mañana en la que al fin había salido el sol comprendiendo que sus emociones seguían igual de imprecisas.

sábado, 3 de enero de 2009

Hierro en los pulmones

Una ventosa de hierro se le ha pegado al pulmón y no la deja caminar últimamente.
Una tortuga sin sosiego pierde su razón de ser y, por eso, estos días se siente más mapache.
Un pulpo de hierro se le incrusta entre los pulmones y le produce algo como la ansiedad.
Los ojos y la boca se le agachan mientras repasa el calendario, mientras se enfada con los pronósticos ilusorios que luego no se cumplen y se frustra por esa desconexión espacial que esperaba y todavía no ha llegado.